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Sergio Vargas
(Economista)

Señor Garcia, durante años los partidos fueron el corazón de la democracia colombiana. Hoy, sin embargo, parecen estar desgastados. ¿Qué hay detrás de esa pérdida de fuerza?

Lo que está ocurriendo no es un caso aislado. En realidad, hace parte de un proceso regional. En los años noventa, los partidos Liberal y Conservador lograban más del 70 % de los votos; hoy, no alcanzan ni el 25 %, según cifras de la Registraduría. Eso habla de una fractura entre las colectividades y los ciudadanos.


El votante actual se mueve más por afinidades ideológicas que por lealtades históricas. La corrupción, el clientelismo y la falta de renovación interna terminaron por debilitar la confianza. En términos económicos, esto se traduce en algo claro: las personas priorizan su bienestar, su trabajo y la estabilidad de sus ingresos, antes que la defensa de un color político.

Desde su mirada económica, ¿cómo se expresan esas diferencias entre izquierda, derecha y centro?

Cada corriente tiene su propio modelo de país.La izquierda, por ejemplo, apuesta por un Estado más activo, que intervenga en la economía y amplíe el gasto social. Su meta principal es reducir la desigualdad, que sigue siendo una de las más altas de América Latina. El coeficiente de Gini de 2023 fue de 0,543, según el DANE.

La derecha, por su parte, defiende el libre mercado, incentivos a la inversión y disciplina fiscal. Ese modelo ayudó a mantener cierta estabilidad: la inflación, que había alcanzado el 13,1 % en 2022, bajó al 7,2 % en 2024, y el PIB creció alrededor del 1,8 %, de acuerdo con el Banco de la República. No obstante, el problema estructural de la informalidad laboral, que ronda el 56 %, continúa limitando el desarrollo.El centro político intenta equilibrar ambas posturas, buscando eficiencia económica con equidad social.

 El inconveniente es que muchas veces carece de identidad. En Colombia, el centro no siempre representa un punto medio sólido, sino una posición cómoda que evita confrontaciones.

¿Podríamos decir, entonces, que el votante colombiano se ha vuelto más ideológico que partidista?

En términos generales, sí. Hay datos que lo demuestran. Un estudio del Centro Nacional de Consultoría (2024) señala que el 48 % de los colombianos se identifica con una corriente ideológica izquierda, centro o derecha, mientras solo el 21 % dice sentirse representado por un partido político. Eso marca una transición hacia una política más ideológica.

Pero, claro, no es un cambio uniforme. En zonas rurales o de menores ingresos, el voto sigue estando influenciado por el clientelismo, las promesas inmediatas o las emociones. En cambio, en los sectores urbanos, especialmente entre jóvenes universitarios, se nota una decisión más racional, ligada a ideas y no tanto a personas.


En medio de esta polarización, ¿cómo se relacionan la política y la economía?

Están completamente entrelazadas. Cada giro político tiene consecuencias económicas inmediatas. Cuando el actual gobierno de izquierda asumió, por ejemplo, el riesgo país subió y el peso se devaluó casi un 20 % frente al dólar. Con el tiempo el mercado se estabilizó, pero la incertidumbre afectó la inversión y el crecimiento.

A eso se suman las reformas económicas, la tributaria, la laboral que, aunque necesarias, han generado tensión entre empresarios y sindicatos. Cuando la política se radicaliza, la economía se enfría. Solo en 2023, la inversión extranjera directa (IED) cayó un 14,7 % respecto a 2022. Esa cifra refleja lo sensibles que son los mercados frente al discurso político.


Frente a ese panorama, ¿qué alternativas políticas y económicas ve usted para reducir la polarización?

Diría que Colombia tiene tres rutas posibles.

1. Una izquierda institucional, capaz de combinar justicia social con responsabilidad fiscal. Programas sociales sostenibles, sí, pero con bases económicas firmes.

2. Una derecha renovada, que entienda que la redistribución también es necesaria y que el Estado tiene un papel social que no se puede ignorar.

3. Un centro pragmático, que logre convertir sus ideas en acciones concretas y que fomente acuerdos fiscales y educativos. El problema, sin embargo, es la fragmentación. En el Congreso hay más de 30 partidos y movimientos registrados. Con semejante dispersión, construir consensos amplios es casi una tarea imposible.

1. Una izquierda institucional, capaz de combinar justicia social con responsabilidad fiscal. Programas sociales sostenibles, sí, pero con bases económicas firmes.

2. Una derecha renovada, que entienda que la redistribución también es necesaria y que el Estado tiene un papel social que no se puede ignorar.

3. Un centro pragmático, que logre convertir sus ideas en acciones concretas y que fomente acuerdos fiscales y educativos. El problema, sin embargo, es la fragmentación. En el Congreso hay más de 30 partidos y movimientos registrados. Con semejante dispersión, construir consensos amplios es casi una tarea imposible.

¿En las próximas elecciones pesará más la figura del candidato o la línea ideológica?

Parece claro que el peso de las ideas seguirá creciendo. Cada vez más ciudadanos entienden que detrás de las políticas hay modelos económicos. Un estudio del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Democracia (2025) muestra que el 62 % de los votantes se siente mejor representado por las categorías de izquierda, centro o derecha que por el nombre de un partido.

Eso significa que las próximas elecciones no se decidirán tanto por los candidatos, sino por las visiones de país que propongan.

Finalmente, ¿qué papel juega la educación política y económica en todo este proceso?

Uno fundamental. La gente necesita saber cómo las decisiones macroeconómicas se reflejan en lo cotidiano: el precio de la comida, el salario, los impuestos o los subsidios. Según el Banco Mundial (2024), el índice de alfabetización económica de Colombia es apenas del 34 %, uno de los más bajos de la región.

Esa falta de comprensión abre espacio para discursos populistas. Por eso, una ciudadanía formada en economía y política vota con más criterio y exige coherencia. El gran reto es ese: construir una cultura política basada en conocimiento y no en manipulación emocional.


Conclusión

La conversación con el economista Sergio Andrés Vargas deja ver que Colombia atraviesa un momento de cambio profundo. Los partidos se debilitan, las ideologías ganan terreno y el voto comienza a girar hacia las ideas. Mientras la izquierda busca legitimarse en la justicia social, la derecha intenta actualizar su discurso y el centro busca identidad, los ciudadanos empiezan a decidir según la visión de país que imaginan.

El futuro electoral, más que una disputa entre personas, parece configurarse como una discusión de modelos. En ese escenario, la economía seguirá siendo el campo de batalla y la educación política, la herramienta para salir de la polarización.

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